© 2015 Miss Fogg
Los años de represión generaron un sentimiento de identidad cada vez más fuerte que desembocó en iniciativas independentistas. Después de muchas luchas, en 1966 el pueblo rapanui consiguió elegir su propio alcalde, se les otorgó la plena nacionalidad chilena y se les concedieron exenciones de impuestos así como el reconocimiento de que sólo ellos pueden ser propietarios de la tierra. Hoy reina un fuerte sentimiento reivindicativo, difícil de no compartir conociendo la triste historia de abusos continuos recibidos por parte del pueblo rapanui.
Lo mejor: los miles de caballos que campan a sus anchas por la isla, marrones con una mancha blanca en la cara. Aunque los isleños utilizan algunos para desplazarse o para alquilarlos a los turistas, la mayoría son caballos salvajes que se frotan tranquilamente contra los moai siempre que les apetece.
Lo peor: tener que decir adiós a esta isla mágica. Su historia nos ha conmovido, su cultura nos ha atrapado y su legado arqueológico nos ha fascinado. Es uno de los lugares más especiales que hemos visitado en este viaje y uno de los que más nos cuesta dejar atrás.
La foto: amanecer en Tongariki. Esta mañana nos hemos vuelto a despertar pronto, hemos vuelto a conducir en la oscuridad y hemos vuelto a topar con el puesto de control en medio de la carretera. El señor loco ha vuelto a aparecer con una gran sonrisa, dispuesto a volver a mandarnos de vuelta a Hanga Roa. Pero esta vez no ha podido hacer nada para detenernos, pues disponíamos del pase especial que nos dio el presidente del parlamento. Y los quince moai han posado orgullosos y erguidos una última vez. Y el cielo se ha teñido de un naranja dramático, dibujando sus contornos. Y una vez más nos han mirado con esos ojos vacíos que tanto han visto y que tantos secretos esconden. Si los moai hablaran…