Epílogo

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LA VUELTA AL MUNDO EN 345 DÍAS
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Europa: 18 días
Bulgaria: 3 días
Turquía: 15 días

Asia: 133 días
Nepal: 12 días
Irán: 12 días
Emiratos Árabes: 4 días
Malasia: 4 días
Tailandia: 28 días
Laos: 18 días
Camboya: 6 días
Vietnam: 20 días
Singapur: 1 día
Indonesia: 28 días

Oceanía: 57 días
Australia: 31 días
Nueva Zelanda: 17 días
Rapa Nui: 9 días

América: 127 días
Perú: 37 días
Bolivia: 19 días
Chile: 13 días
Argentina: 20 días
Uruguay: 9 días
Paraguay: 2 días
Brasil: 27 días

África: 10 días
Marruecos: 10 días

 

Día 345: Fez, Marruecos

© 2015 Miss Fogg

Ha llegado el día. El último día. Último día en Marruecos. Último día en África. Último día del viaje de nuestras vidas. Sabíamos que llegaría pero no tan pronto, no tan rápido. Porque aunque hemos visto tanto, sigue habiendo tanto por ver. Aunque hemos conocido tantos países, sigue habiendo tantos por conocer. Y aunque hemos vivido tanto, sigue habiendo tanto por vivir. Nuestras mentes ya imaginan una segunda vuelta al mundo, incluso una tercera. Quizás así nos resulta más sencillo asimilar la vuelta, quizá nos engañamos pensando que la aventura no ha terminado. Porque cuando viajamos es cuando somos nosotros mismos, cuando somos felices, cuando somos libres.

La última foto: este anciano descansa en su tienda de artesanía. Sus hijos y nietos lo veneran. Ahora les toca a ellos tirar adelante el negocio familiar. ‘Merecido descanso’, parecen decir los ojos de todos.

Día 344: Fez, Marruecos

© 2015 Miss Fogg

Habíamos leído que pasear por la medina de Fez era como retroceder en el tiempo, y es cierto. Poco parecen haber cambiado sus calles, sus bazares y la forma de vida de sus habitantes en los últimos siglos. Hasta que llegas a la zona donde se amontonan los turistas como ovejitas indefensas y te das cuenta de cuán perjudiciales resultan.

La foto: curtidurías de Derb Chouwara. Estas tenerías medievales en las que se trabajan las pieles bereberes son las más importantes del norte de África. En estas poceras se curten y tiñen las pieles de dromedario y cabra (consideradas de mayor calidad) y las de vaca y oveja (menos valoradas por los artesanos marroquíes). Para curtirlas se sumergen en una mezcla de agua, orina de vaca y excremento de paloma, lo que produce un olor terrible.

Lo peor: el acoso de los caza-turistas. Para llegar a las azoteas desde las cuales divisar las curtidurías hay que cruzar tiendas de pieles. Por cada guiri que un caza-turista consigue llevar a una tienda, este recibe cinco dirham (cincuenta céntimos de euro). El resultado: cuando paseas cerca de la zona cero estas garrapatas te atosigarán sin piedad y harán lo imposible para marcarse el tanto, como si fueras una pelota de baloncesto.

Lo mejor: la buena gente y el fuerte sentimiento de «comunidad». No son tan ruidosos ni evidentes como los caza-turistas, pero sin duda son mayoría. Algunos ejemplos. Un chico ha pasado frente a nuestra cámara y se ha puesto como una furia; enseguida ha aparecido un hombre para calmarlo y apartarlo de nosotros. Hemos ayudado a ancianos y niños en diferentes ocasiones; al no recibir respuesta, a cada vez ha aparecido una tercera persona para darnos las gracias. Queríamos fotografiar una mezquita pero unos hombres se han opuesto; un tercero ha intervenido para decirles que no hacíamos ningún daño haciéndolo. Unos niñatos nos han insultado de forma totalmente gratuita; un hombre joven muy ofendido nos ha pedido disculpas por ello. Y, así, una y otra vez.

 

Día 343: Fez, Marruecos

© 2015 Miss Fogg

Fez es otra de las ciudades imperiales de Marruecos, así como su centro religioso y cultural. Su impresionante medina es una de las zonas peatonales y emplazamientos medievales más grandes del mundo.

Lo mejor: perdernos, literalmente, por la medina. No hemos ido a ver las mezquitas, ni los palacios, ni los museos. Hemos caminado mucho, nos hemos adentrado en centenares de retorcidos callejones, retrocedido cuando no podíamos seguir (hay más de mil callejones sin salida), jugado con niños y gatitos, descubierto mercados de fruta y verdura, esquivado a los grupos de turistas (todos con guía) y sorprendido al darnos cuenta de que al final del día habíamos conocido una parte minúscula del casco antiguo.

Lo peor: el exceso de gatos callejeros. En Marruecos no hemos visto prácticamente a ningún perro, pero sí centenares de gatos vagabundos. Y es que a los marroquíes les gustan estos felinos. Por su asociación a Mahoma, porque para el Islam son animales puros, porque son limpios y porque mantienen las ratas a ralla. Los gatos no son de nadie; son de todos y la gente los cuida y les deja comida. Pero a muchos de ellos se les ve en mal estado, y eso nos da mucha pena.

La foto: mujer esperando a su marido frente a un agujero de la muralla. En realidad, contrariamente a lo que parece en la imagen, tanto las fabulosas puertas como los muros que rodean la ciudad antigua están sorprendentemente bien conservados.